El liderazgo moderno requiere un equilibrio fundamental: ser empático y, al mismo tiempo, orientado a resultados. A través de este artículo, quiero compartir cómo he aprendido a entender a mis colaboradores y cómo he logrado combinar el lado humano del liderazgo con los objetivos de la organización.
Hoy en día, muchos programas, talleres y cursos destacan la empatía como una habilidad esencial para mejorar las relaciones interpersonales. Sin embargo, en la práctica, la empatía no siempre es tan sencilla como “ponerse en los zapatos del otro”, una frase popular que, si bien tiene valor, puede quedarse corta. La empatía auténtica no se trata solo de imaginar lo que la otra persona está pasando, sino de conectar genuinamente con sus emociones y perspectivas, comprendiendo que nuestras experiencias nunca serán idénticas a las suyas. La empatía, entonces, es un proceso profundo de escucha activa, presencia y apertura emocional.
Recuerdo vívidamente una experiencia de hace unos 21 años, cuando era supervisora de un equipo de jóvenes impulsadoras en una gran compañía de lácteos en Colombia. Una de las chicas vivía en un barrio muy necesitado, y cada día apenas lograba cubrir su transporte y algo para comer. Su trabajo implicaba estar de pie durante horas, siempre bien presentada y puntual. La presión era constante, y el miedo a ser evaluadas por un supervisor se sentía en el ambiente.
Era mi primer rol de liderazgo, y al principio, intenté replicar el enfoque “tradicional” de supervisión que observaba en otros: dar órdenes, mantener un semblante serio y enfocarme únicamente en los números de ventas. Pero pronto me di cuenta de que algo en ese enfoque no resonaba conmigo; sentía que algo faltaba.
Decidí entonces probar un enfoque distinto. Empecé a visitar a cada impulsadora, a preguntarles sobre sus días, cómo se sentían, y hasta a compartir una comida con ellas. A una de ellas, incluso, le di para el transporte de regreso. En lugar de verlas solo como recursos para cumplir metas, las vi como personas. Me enfoqué en sus dificultades y en cómo podía ayudarlas a sentirse mejor y trabajar con más confianza. Al finalizar esa etapa de introducción del producto, los resultados en las ventas fueron sorprendentes. Cuando me preguntaron cómo lo había logrado, solo pude decir: “Tuve empatía. Fui una más”.
Este aprendizaje me enseñó que la empatía en el liderazgo no solo mejora el ambiente de trabajo, sino que genera resultados sostenibles. Es una habilidad poderosa para líderes que buscan un enfoque humano sin perder de vista los objetivos de su equipo y de la organización.